Elio de Angelis nació en Roma, Italia, 26 de marzo de 1958 - † -15 de mayo de 1986) fue un piloto
de Fórmula 1 que participó en la máxima categoría durante las temporadas de 1979 a 1986. Tras haber representado a las escuderías Shadow, Lotus y Brabham falleció en 1986 durante las prácticas en el circuito Paul Ricard en Le Castellet (Var) Francia. A pesar de no ser el piloto más talentoso de su época, se encontraba entre los más populares.
Tras su debut con Shadow en 1979, pasó a Lotus en 1980 y - a los 20 años - estuvo a punto de convertirse en el piloto más joven en ganar un Gran Premio al terminar en un apretado segundo lugar en el GP de Brasil en Interlagos.
Se parecía a Marlon Brando, provenía de una familias bien acomodada Italiana y era piloto de Fórmula 1. La vida le sonreía cuando un dramático 15 de mayo, puso fin al último “gentleman driver” de la Fórmula 1. En un mundo de tiburones, el italiano Elio de Angelis es quizás el único piloto en la historia recordado tanto por su talento deportivo como por su elegante personalidad.
De Angelis llegó a la Fórmula 1 precozmente para los parámetros de la época a no ser que mediara dinero o talento de por medio.
En el caso del italiano se dieron ambas circunstancias.
A las carreras de la Fórmula 3 su familia y el joven Elio llegaban en el jet privado, que despegaba en cuanto terminaba la prueba. Tras una exitosa trayectoria en categorías inferiores, su padre le prestó el dinero para pagar ocho carreras de Fórmula 1 en 1979.
Aquel año, bajo la lluvia, sorprendió en Estados Unidos con el cuarto puesto al volante de un modesto Shadow. El año siguiente se ganó el puesto en Lotus tras un mano a mano con cinco pilotos, Nigel Mansell entre ellos. Dos años después de su debut, De Angelis había devuelto a su padre el dinero prestado gracias a su ficha con Lotus.
En el equipo británico desarrolló casi toda su carrera deportiva. El campeón del mundo de 1978, Mario Andretti, fue su compañero de equipo y primer maestro: “Elio puede ser rico” comentaba en 1980, “pero conviene no tomarle a la ligera. Es muy bueno, y pronto puede estar entre los mejores”. A pesar de ello, necesitó un brutal encontronazo con Colin Chapman para despertar a la realidad de la Fórmula 1. “Estás en Ibiza en vez de entrenar con el equipo. Eso no es ser profesional”. Todo empezó a cambiar desde entonces.
Aquel joven “hijo de papá” pronto hizo olvidar su fortuna y orígenes para ganarse el respeto de la Fórmula 1. En la mañana del 15 de agosto de 1982, aceptó un contrato millonario de Lotus, rechazando la oferta de Williams. Aquella misma tarde logró su primera victoria, en Austria, tras una memorable carrera en la que terminó por delante de Keke Rosberg por 0,05 segundos. Fue la última vez que Chapman lanzó su gorra por lo aires porque falleció aquel mismo año.
Una muerte vergonzosa y absurda
La llegada de Senna a Lotus en 1985 desplazó a De Angelis y, rechazando la posición de segundo piloto, emigró a Brabham al año siguiente. Se encontró con el BT55 de Gordon Murray, un monoplaza revolucionario pero extraordinariamente problemático.
Tras un dramático Gran Premio de Mónaco, Di Angelis pidió acudir a los siguientes entrenamientos privados de Paul Ricard para intentar solucionar sus muchos problemas. En principio, debía haber sido su compañero Ricardo Patrese quien rodara en la pista francesa.
En aquel 15 de mayo de 1986 solo un par de mecánicos vieron la escena. Al enfilar a fondo las rapidísimas eses de Verriere se desprendió el alerón trasero. Tras varias vueltas de campana, el monoplaza quedó boca abajo, con De Angelis atrapado. Alain Jones fue el primero en llegar, luego Nigel Mansell y Alain Prost. No había comisarios al principio.
Los pilotos intentaron dar la vuelta al monoplaza, sin éxito. Pasaron diez minutos con el piloto dentro. Poco a poco, el monoplaza comenzó a arder y el humo a asfixiar a De Angelis.
Llegó uno de los comisarios y vació el contenido del extintor hacia el propio piloto y no hacia el motor.
El helicóptero que debía llevarle al hospital de Marsella tardó media hora en llegar al circuito a recogerle. El doctor Sid Watkins, responsable médico de la Fórmula 1, recibió una llamada por la noche.
Sin oxígeno, el cerebro del piloto italiano había sufrido daños fatales. Solo se había roto la clavícula en el accidente. La vergonzosa asistencia del circuito había provocado su absurda muerte.
Del piloto italiano siempre restará una imagen lejana a la que se podría deducir de su condición social. Alejado de todo gesto elitista, era tímido, introvertido, extremadamente educado. Culto de lecturas, multideportista, se descubrió como un magnífico pianista que dejó anonadados a sus colegas en la famosa huelga de Kyalami en 1982 - Aquella noche los pilotos no se aburrieron. En la sala había un piano. El italiano Elio di Angelis, de alta cuna y exquisita educación, deleitó al público asistente con piezas de Mozart.
En definitiva, Elio de Angelis era una suerte de “uomo del Rinascimento” en la Fórmula 1. Pero también capaz de terminar tercero en la clasificación general de 1984, por detrás de Niki Lauda y Alain Prost. A la celebración de McLaren en una discoteca de Cascais se unió el italiano, cantando con Alain Prost y Estefanía de Mónaco hasta las nueve de la mañana.
En una ocasión, en Brasil, se tiró al mar para salvar a Peter Collins, miembro de Lotus, al que arrastraba la corriente. “Fue la vez que más miedo pasé en mi vida, más que en un coche”.
Amante de los relojes, recién incorporado a la Fórmula 1, se enamoró de un Rolex extremadamente caro que no quería permitirse por su elevado coste. Uno de los miembros del equipo, Jo Ramirez le reprochó cariñosamente: “¡Por Dios, eres ahora un piloto de Fórmula 1, eres rico, te lo puedes permitir! Al final Ramírez consiguió el rolex a buen precio a través de Jackie Stewart.
De Angelis se quitó de la muñeca un Baume & Mercier de oro y se lo regaló a Ramírez como agradecimiento.
Así era Elio de Angelis, el piloto con más clase que quizás nunca se haya sentado a bordo de un Formula 1. |
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